En un pequeño jardín lleno de flores coloridas y plantas verdes, vivía una colonia de hormigas trabajadoras. Estas hormigas eran famosas por su dedicación y amor al trabajo en equipo. Cada día, salían en fila desde su hormiguero para recolectar comida, construir túneles y cuidar a sus pequeñas crías. Todas tenían un papel importante, y aunque algunas veces el trabajo era duro, siempre lo hacían con alegría.
Una mañana, la reina de la colonia llamó a las hormigas para anunciar algo especial:
—Queridas mías, este año quiero que construyamos el «Gran Almacén de Invierno». Será un lugar enorme donde podremos guardar comida suficiente para que nadie pase hambre cuando lleguen los días fríos.
Todas las hormigas aplaudieron emocionadas. Sabían que sería un proyecto difícil, pero también sabían que, si trabajaban juntas, podrían lograr cualquier cosa.
La primera tarea fue asignada a las hormigas recolectoras, lideradas por Rita, una hormiga fuerte y rápida. Ellas tenían que buscar semillas, hojas secas y migajas de comida en todo el jardín. Desde el amanecer hasta el atardecer, caminaban largas distancias, cargando provisiones de vuelta al hormiguero. Aunque a veces se cansaban, nunca dejaron de animarse unas a otras.
Luego estaban las hormigas constructoras, dirigidas por Tina, una hormiga creativa e ingeniosa. Su trabajo era diseñar y construir el Gran Almacén. Excavaron túneles profundos y amplios, asegurándose de que fueran seguros y resistentes. Para hacerlo más divertido, las hormigas cantaban canciones mientras trabajaban:
—¡A cavar, a cavar, todos juntos vamos a triunfar!
Mientras tanto, las hormigas guardianas, lideradas por Lila, vigilaban el área para proteger a la colonia de posibles peligros, como pájaros curiosos o insectos intrusos. Si veían algo sospechoso, avisaban rápidamente al resto del grupo.
Un día, mientras las hormigas recolectoras regresaban con una gran hoja llena de bayas jugosas, ocurrió algo inesperado: ¡una gota de rocío gigante cayó sobre ellas y mojó toda la comida! Las hormigas no se desanimaron. En lugar de rendirse, pidieron ayuda a las hormigas constructoras, que usaron pequeñas piedras para secar la hoja antes de llevarla al almacén.
Cuando finalmente terminaron el Gran Almacén, todas celebraron con una fiesta. Había comida para todos y espacio de sobra para descansar durante el invierno. La reina, orgullosa de su colonia, dijo:
—Este gran logro no habría sido posible sin cada una de ustedes. Recuerden siempre que, cuando trabajamos juntas, podemos superar cualquier desafío.
Desde entonces, el Gran Almacén de Invierno se convirtió en un símbolo de esfuerzo y unidad para las hormigas. Y aunque el invierno aún estaba lejos, ya estaban listas para enfrentarlo con valentía y alegría.
Fin. 🍂