The Mouse and the Lost Tooth

El Ratón y el Diente Perdido 🦷

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Había una vez un pequeño ratoncito, que vivía en una acogedora madriguera debajo de una vieja casa llena de libros y juguetes antiguos. No era un ratón cualquiera: tenía un trabajo muy especial. Cada noche, cuando todos dormían, salía con su pequeña bolsa mágica para buscar dientes de leche perdidos bajo las almohadas de los niños.

Pero este trabajo no era solo por diversión. El Ratón sabía lo importante que era recompensar a los niños por ser valientes al perder sus primeros dientes. A cambio de cada diente, dejaba una moneda brillante o algún dulce sorpresa. Los dientes recolectados eran llevados a su taller secreto, donde los usaba para crear cosas asombrosas, como collares de dientes que brillaban como estrellas o pequeñas coronas que adornaban su hogar.

Una noche, mientras caminaba por las calles silenciosas de la ciudad, el Ratón escuchó un leve sollozo que venía de una ventana entreabierta. Se acercó sigilosamente y vio a una niña llamada Virginia, que aún estaba despierta. Tenía un diente en la mano y lágrimas en los ojos.

—¿Por qué lloras, pequeña? —preguntó con su vocecita suave.

Virginia se sorprendió al ver al ratoncito, pero respondió:

—Mi diente se cayó hoy, y aunque estoy emocionada, también tengo miedo de que algo salga mal. ¿Y si nadie viene por él?

El Ratón sonrió y dijo:

—No temas, Virginia. Eres muy valiente por cuidar tan bien tu diente. Además, siempre habrá alguien que te recompense por ello.

Con esas palabras, metió una moneda dorada brillante bajo la almohada de Virginia y tomó el diente con delicadeza. Pero antes de irse, decidió hacer algo especial. Sacó de su bolsa un pequeño regalo: una brújula diminuta hecha de un diente antiguo.

—Esto es para ti —dijo —. Si alguna vez te sientes perdida o tienes miedo, esta brújula te recordará que siempre hay un camino hacia adelante.

Virginia sonrió feliz y abrazó al ratoncito antes de quedarse profundamente dormida.

De vuelta en su taller, el Ratón colocó el diente de Virginia junto a otros en su colección. Mientras trabajaba, pensó en cuántos niños como ella habían confiado en él durante años. Sabía que su misión no era solo recoger dientes, sino también ayudar a los niños a sentirse valientes y especiales.

Desde entonces, cada vez que iba a buscar un diente, recordaba la sonrisa de Virginia y cómo su pequeño gesto había hecho una gran diferencia. Y así, noche tras noche, el Ratón continuó su labor, llevando magia y alegría a los corazones de los niños, uno tras otro.

Fin. 🦷

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