El Trencito Curioso

El Trencito Curioso 🚂

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Había una vez un trencito de madera llamado Pipo. Era pequeño, rojo y brillante, con ruedas que giraban muy rápido cuando lo empujabas. A Pipo le encantaba explorar la casa porque siempre encontraba cosas nuevas y emocionantes.

Una mañana, Pipo decidió salir de su caja en el estante del cuarto de juegos. «¡Quédate quieto!» le dijo un osito de peluche desde arriba del mueble. Pero Pipo no quería quedarse quieto. Él quería descubrir qué había más allá.

Primero, Pipo bajó por la rampa del librero. ¡Qué divertido era rodar tan rápido! Cuando llegó al suelo, vio algo grande y amarillo. Era… ¡el gato Tomás! El gato estaba durmiendo en una alfombra suave.

—Hola, Tomás —susurró Pipo, pero el gato ni se movió. Solo movió la cola como si dijera: «No me molestes». Pipo siguió su camino, curioso por ver más.

Después, entró en la cocina. Allí todo era ruidoso: tic-tac hacía el reloj, y plop-plop sonaba el agua al caer del grifo. En la mesa, había algo redondo y blanco. Pipo pensó que era una luna pequeña, pero cuando se acercó, olió a queso.

—¡Es para la pizza! —exclamó feliz. Le gustaba mucho la pizza. Siguió explorando y vio una tetera que silbaba. «Parece una serpiente cantora», pensó, y sus ruedas giraron aún más rápido de la emoción.

Luego, Pipo fue al baño. Había un espejo enorme donde pudo verse reflejado. Se miró bien: sus ruedas eran perfectamente redondas, su cuerpo relucía y tenía una sonrisa pintada en la madera.

—¡Qué lindo soy! —dijo riendo. Pero entonces oyó un ruido extraño… ¡chap chap chap! Era el cepillo de dientes moviéndose dentro de un vaso. Pipo dio un brinquito del susto, pero pronto se rio. «Este lugar está lleno de sorpresas», pensó.

Finalmente, llegó al balcón. Afuera, el sol brillaba y las flores bailaban con el viento. Vio mariposas volando y pájaros cantando. Todo parecía tan grande comparado con él. De pronto, sintió una gotita fría en su cabeza.

—¿Qué es eso? —preguntó asombrado. Era lluvia. Las gotas caían sobre él, haciéndolo resplandecer aún más.

Pipo regresó corriendo adentro, dejando pequeñas huellas mojadas en el suelo. Todos los juguetes lo esperaban en el cuarto de juegos.

—¿Dónde estabas, Pipo? —preguntó una muñeca de trapo.

—Fui a explorar —respondió orgulloso—. Vi al gato Tomás, una luna de queso, una serpiente cantora y hasta gotitas del cielo. ¡Qué aventura!

Todos aplaudieron emocionados. Esa noche, mientras Pipo descansaba en su caja, soñó con nuevos lugares por descubrir. Sabía que, aunque fuera pequeño, el mundo entero estaba lleno de maravillas esperando a que él las encontrara.

Y así, cada día, Pipo seguía siendo el trencito más curioso y feliz de todos. Porque para él, no había nada mejor que aprender algo nuevo.

Fin. 🚂

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