La Heladera Encantada

La Heladera Encantada ❄️

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En una cocina tranquila, en un rincón cerca de la ventana, había una heladera blanca y grande. Por fuera, parecía una heladera común, pero por dentro era un mundo lleno de vida. Cuando la puerta se cerraba y todo quedaba oscuro, las cosas que vivían allí dentro comenzaban a hablar y divertirse como si fueran los mejores amigos.

Primero estaba Zanahoria, una zanahoria naranja y larga que siempre contaba chistes. A su lado, Tomate, redondo y jugoso, era el más bromista del grupo. En el estante de arriba vivía Yogur, un frasco pequeño con tapa azul que adoraba contar historias sobre sus aventuras en la fábrica de lácteos. También estaba Queso, un bloque amarillo muy curioso que siempre hacía preguntas sobre el mundo afuera de la heladera.

Pero los más divertidos eran los 6 huevos, y aunque parecían iguales, cada uno tenía una personalidad única. Huevo Uno era el líder, siempre organizaba juegos. Huevo Dos era el más tímido, pero cuando cantaba, todos aplaudían. Huevo Tres era el travieso y siempre intentaba hacer travesuras sin que los demás lo notaran. Los otros tres huevos eran hermanos y siempre estaban juntos, inventando nuevas formas de pasar el tiempo.

Cada noche, cuando la familia que vivía en la casa dormía, la heladera se convertía en un lugar mágico. Las luces de afuera apenas iluminaban un poco el interior, pero para ellos eso era suficiente. La primera en hablar solía ser Zanahoria.

—¿Escucharon el chiste del tomate que no podía correr? —preguntó una noche, riéndose sola antes de terminar.

—¡No! ¿Por qué no podía correr? —preguntó Tomate, interesado.

—¡Porque estaba demasiado maduro! —respondió Zanahoria, y todos estallaron en carcajadas.

Después de reír, Yogur decidió contar una historia. Era su turno esa noche.

—Cuando yo era solo leche, vivía en una granja donde había vacas enormes. Un día, una vaca me dijo: «Algún día serás algo especial.» Y aquí estoy, siendo yogur y viviendo esta gran aventura con ustedes.

Todos aplaudieron, especialmente Queso, que siempre se emocionaba con las historias.

—¿Y qué hay afuera de la heladera? —preguntó Queso, como siempre hacía. Le encantaba imaginar cómo sería ese mundo desconocido.

—Dicen que hay mucho espacio, luz y gente moviéndose rápido —respondió Tomate—. Pero yo prefiero estar aquí adentro, con ustedes.

Huevo Tres, el travieso, interrumpió:

—¡Vamos a jugar al escondite! Yo soy el que busca.

Todos aceptaron, y rápidamente buscaron sus escondites. Zanahoria se metió detrás de una botella de agua, Tomate rodó hasta esconderse bajo una lechuga, y Queso se deslizó detrás de un paquete de jamón. Mientras tanto, los seis huevos se pusieron en fila, fingiendo ser uno solo para confundir a Huevo Tres.

—¡Listo o no, ahí voy! —gritó Huevo Tres, y comenzó a buscar.

El juego duró un buen rato, y cuando finalmente encontraron a todos, la heladera entera estalló en risas. Pero justo en ese momento, escucharon un ruido. ¡Era la manija de la heladera moviéndose! Rápidamente, todos volvieron a sus lugares, haciéndose los dormidos.

La puerta se abrió, y entró una niña pequeña. Sacó a Yogur y un poco de queso, luego cerró la puerta. Afuera, la luz brilló nuevamente, y dentro de la heladera, todos suspiraron aliviados.

—¡Qué susto! —dijo Huevo Uno—. Por un momento pensé que nos sacarían a todos.

—Sí, pero mientras sigamos aquí, podemos seguir divirtiéndonos —añadió Tomate.

Así pasaban sus días y noches las cosas de la heladera. Aunque no podían ver el mundo exterior, sabían que tenían algo especial: su amistad y la diversión que compartían en la oscuridad. Cada vez que alguien abría la puerta, esperaban ansiosos el momento de volver a estar solos para continuar con sus juegos y conversaciones.

Una noche, mientras charlaban, Zanahoria hizo una pregunta importante:

—¿Creen que algún día saldremos de aquí?

Todos se quedaron callados por un momento. Luego, Yogur respondió:

—Tal vez sí. Pero cuando eso pase, recordaremos siempre lo felices que fuimos aquí dentro.

Los demás asintieron, contentos con esa idea. Sabían que, aunque algún día dejaran la heladera, siempre llevarían en su corazón los momentos que habían compartido juntos.

Y así, noche tras noche, la heladera seguía siendo un lugar mágico donde las cosas cobraban vida y aprendían que, sin importar lo pequeño que fuera su mundo, la amistad y la alegría podían hacerlo inmenso.

Fin. ❄️

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