En un bosque lleno de risas y canciones, todos los animales tenían algo especial que los hacía brillar. El colibrí cantaba como una campana, el zorro dibujaba con ramitas en la tierra y la ardilla tejía bufandas con hojas secas. Pero Oski, un osito pardo, no sabía qué hacer para destacarse. Lo único que se le daba bien era caminar en círculos, y eso no parecía muy emocionante.
Un día soleado, mientras jugaba cerca del río, Oski escuchó algo nuevo. Cada vez que sus patas tocaban las hojas secas del suelo, crujían de una manera especial, como si estuvieran tarareando una melodía. Al principio pensó que era un accidente, pero cuando lo intentó otra vez, ¡el sonido volvió! Era como si las hojas quisieran bailar con él.
Oski empezó a moverse más rápido, girando y dando pequeños saltos. Pronto, el crujido de las hojas se convirtió en una música única. Los otros animales, que pasaban por ahí, se detuvieron a mirar. Primero fue el conejo, luego el ciervo y después hasta el búho que siempre dormía de día. Todos aplaudieron al ver cómo Oski convertía su «caminata circular» en un baile divertido.
—¡Eso es increíble! —dijo el conejo, moviendo las orejas al ritmo—. Nunca había visto algo así.
—Parece magia —agregó el ciervo, golpeando el suelo con su pata.
Oski sonrió, sintiéndose feliz por primera vez. Había encontrado algo que nadie más podía hacer: bailar con las hojas.
Los días siguientes, Oski decidió enseñarles a sus amigos cómo crear música con lo que tenían. El colibrí descubrió que podía hacer un sonido bonito al batir sus alas rápidamente cerca del agua. La ardilla aprendió a tocar ritmos con sus patitas sobre troncos huecos. Incluso el búho encontró su propio talento: cuando ululaba, su voz combinaba perfectamente con el viento entre los árboles.
Juntos, organizaron una gran fiesta en el claro del bosque. Cada animal llevó su propia música. El conejo golpeaba el suelo con sus patas traseras, el zorro silbaba melodías y Oski lideraba todo con su baile de hojas crujientes. Fue una noche mágica donde todos bailaron, cantaron y rieron hasta que las estrellas brillaron en el cielo.
Al final de la fiesta, Oski miró a sus amigos y se dio cuenta de algo importante: no importaba si alguien no era perfecto o si su talento parecía pequeño al principio. Lo que realmente contaba era encontrar tu propio ritmo y disfrutarlo.
Desde entonces, cada tarde en el bosque se llenaba de música y baile. Los animales habían aprendido que todos tienen algo especial dentro de ellos, solo necesitaban buscarlo. Y gracias a Oski, el osito que un día solo caminaba en círculos, ahora todos sabían que ser felices era tan fácil como seguir el compás de tu corazón.
Y así, Oski siguió bailando bajo las estrellas, recordándole a todos que no hace falta ser perfecto para brillar; basta con encontrar tu propio ritmo y disfrutarlo al máximo.
Fin. 🧸