En un pueblo donde todo era blanco y gris, desde las casas hasta los árboles, vivía Ana, una niña de ocho años que adoraba explorar. Un día, mientras jugaba cerca de un río seco, encontró una semilla dorada escondida bajo una piedra. “¡Qué bonita es!”, pensó, y decidió plantarla en su patio.
Regó la semilla y esperó, pero nada pasaba. Hasta que una noche, al verla brillar bajo la luna, escuchó una vocecita:
—¡Necesito canciones para crecer! —dijo la semilla.
Ana, sorprendida, comenzó a cantar una melodía suave. Al instante, la semilla brotó y de ella salió una flor que pintó el aire de rosa. ¡Era mágica!
—¡Ven, rápido! —le dijo la flor—. Si cantas con más amigos, el jardín será aún más colorido.
Ana corrió a buscar a los niños del pueblo. Al principio, se rieron de su idea:
—¿Flores que necesitan canciones? ¡Qué tontería! —dijo uno.
Pero al ver la flor rosa brillando, decidieron ayudar.
Juntos cantaron una canción alegre:
“Flores, flores, salgan a jugar, que el pueblo quiere volver a soñar.”
Y algo increíble ocurrió. El suelo tembló, y cientos de flores brotaron al ritmo de sus voces. Había girasoles amarillos, rosas rojas y violetas azules, todas bailando mientras los niños cantaban. Hasta las piedras del río, que antes eran grises, comenzaron a brillar como diamantes.
—¡Es un milagro! —gritó un niño.
—No es un milagro —explicó Ana—, es magia hecha con canciones y amigos.
Cada tarde, los niños se reunían a cantar. Las flores crecían más altas, y sus colores se extendían por el pueblo, pintando las paredes, los tejados y hasta las nubes. Los adultos, que antes solo veían gris, ahora sonreían al ver mariposas de colores volando entre las calles.
Un día, la flor más grande del jardín le habló a Ana:
—Gracias por darnos música. Ahora el pueblo tiene vida, pero falta algo…
—¿Qué cosa? —preguntó Ana.
—Que ustedes sigan cantando. La magia no vive en las flores, sino en sus corazones.
Ana entendió. Desde entonces, cada vez que alguien se sentía triste, los niños cantaban juntos. Y aunque la semilla ya no estaba, el pueblo seguía brillando, porque habían aprendido que la alegría nace cuando compartes tu voz y tus sueños.
Fin. 🌼