En un rincón del bosque, cerca de un río ancho y brillante, vivía un caracol llamado Fran. Fran era pequeño, lento y llevaba siempre su casita en la espalda. Aunque no podía correr ni saltar como otros animales, tenía un gran corazón y mucha curiosidad por el mundo. Su mejor amigo era Sapo, que vivía al otro lado del río. Pero había un problema: Fran no sabía nadar, y el agua rápida del río lo asustaba.
Un día soleado, mientras miraba las hojas flotando en el agua, Fran tuvo una idea.
—¿Y si hago un puente para cruzar? —se dijo a sí mismo, emocionado.
Pero construir un puente no sería fácil. Fran decidió pedir ayuda. Primero fue a ver a las hormigas, que eran muy trabajadoras.
—Hola, amigas hormigas —dijo Fran tímidamente—. ¿Podrían ayudarme a construir un puente sobre el río?
Las hormigas se miraron unas a otras y luego respondieron:
—¡Claro que sí! Nos encantan los proyectos grandes. Traeremos ramitas y hojas pequeñas.
Las hormigas empezaron a trabajar rápido, recolectando materiales. Fran también ayudaba, aunque era mucho más lento. Arrastraba una hoja que parecía enorme para él, pero nunca se rendía.
Después de un rato, llegaron unos pájaros que habían estado observando desde las ramas.
—¡Eh, Fran! —gritaron los pájaros—. Nosotros también queremos ayudarte. Podemos traer hojas más grandes y fuertes desde los árboles altos.
Los pájaros volaban de aquí para allá, dejando caer hojas anchas y ramitas largas justo donde Fran y las hormigas estaban trabajando. Poco a poco, el puente comenzó a tomar forma. Las hojas se entrelazaban, y las ramitas formaban una base sólida.
A veces, el viento movía las hojas, o el agua arrastraba alguna ramita, pero Fran no se desanimaba. Si algo se caía, lo volvían a colocar con cuidado.
—¡No importa cuánto tiempo nos tome! —decía Fran—. Lo importante es no rendirse.
Finalmente, después de muchos días de trabajo, el puente estuvo listo. Era hermoso: hecho de hojas verdes y doradas, con ramitas que crujían suavemente cuando alguien caminaba sobre él. Fran fue el primero en cruzarlo, despacito, disfrutando cada paso.
Cuando llegó al otro lado, Sapo lo esperaba con una gran sonrisa.
—¡Lo lograste, Fran! ¡Qué puente tan increíble!
Pronto, todos los animales del bosque se enteraron del puente. Las ardillas lo usaban para hacer carreras, los conejos lo cruzaban para explorar nuevos campos llenos de zanahorias, y hasta los ciervos pasaban por él cuando querían descubrir partes desconocidas del bosque.
Fran estaba feliz de haber ayudado a sus amigos, pero lo que más le gustaba era ver cómo todos trabajaban juntos. Las hormigas seguían arreglando el puente cuando hacía falta, los pájaros vigilaban desde arriba, y Fran siempre estaba ahí para dar ideas.
Una tarde, mientras miraba a las ardillas jugar en el puente, Sapo le dijo:
—Sabes, Fran, eres un gran ejemplo para todos. Aunque seas pequeño y lento, has logrado algo enorme gracias a tu paciencia y a tu corazón bondadoso.
Fran sonrió y respondió:
—No lo hice solo. Todos me ayudaron. Juntos podemos hacer cosas maravillosas.
Desde entonces, el puente de hojas y ramitas se convirtió en un lugar especial para todos los animales del bosque. Y aunque algún día el viento o la lluvia lo dañaran, siempre sabían que podían reconstruirlo, porque habían aprendido que, trabajando juntos, no hay nada imposible.
Así, Fran siguió siendo el mismo caracol lento pero valiente, orgulloso de haber demostrado que incluso los más pequeños pueden lograr cosas grandes cuando tienen paciencia y buenos amigos a su lado.
Fin. 🐌