La Ballena que Tenía Miedo de los Pájaros

La Ballena que tenía Miedo a los Pájaros 🐋🐦

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En el vasto y azul océano, donde las olas cantaban canciones suaves y los peces jugaban entre corales, vivía una pequeña ballena llamada Coralis. Coralis era especial: su piel brillaba como perlas bajo el agua, y cuando nadaba, dejaba un rastro de burbujas plateadas. Pero había algo que la hacía diferente de las otras ballenas: nunca saltaba fuera del agua.

Las ballenas grandes siempre decían:
—Saltar es lo mejor del mundo. Puedes sentir el aire fresco en tu piel y ver el cielo desde arriba.

Pero Coralis sacudía su cola y respondía:
—No quiero saltar. Me da miedo.

—¿Miedo de qué? —preguntaban sus amigos delfines.

—De los pájaros —confesó Coralis—. Siempre están volando sobre el agua, y cuando salto, se acercan mucho. Tengo miedo de que me piquen o me asusten.

Los delfines se rieron, pero no para burlarse. Solo querían ayudarla.
—Los pájaros no te harán daño —dijeron—. Son amigos del mar.

Coralis no estaba convencida. Cada vez que intentaba saltar, miraba hacia arriba y veía las siluetas de los pájaros planeando en el cielo. Su corazón empezaba a latir rápido, y regresaba al agua antes de siquiera probarlo.

Un día, mientras nadaba cerca de la superficie, escuchó una vocecita suave:
—Hola, ballena bonita. ¿Por qué no saltas como tus amigos?

Coralis levantó la cabeza y vio a una gaviota posada sobre un tronco flotante.

—Tengo miedo de ti y de tus amigas —respondió Coralis—. No quiero que me piquen o me molesten.

La gaviota soltó una risita.
—¡Oh, no! Nosotras no hacemos eso. Solo nos gusta mirar el mar desde arriba. De hecho, admiramos a las ballenas que saltan. Es hermoso ver cómo brillan bajo el sol.

Coralis frunció el ceño, pensativa.
—¿En serio no les molestamos cuando saltamos?

—¡Claro que no! —dijo la gaviota—. Al contrario, nos encanta verlas jugar. Ustedes hacen que el mar sea más divertido.

Coralis sintió curiosidad. Tal vez los pájaros no eran tan malos después de todo. Decidió intentarlo una vez más. Reunió todo su valor, dio un gran impulso con su cola y… ¡zas! Saltó alto, muy alto, por encima de las olas.

Cuando estuvo en el aire, abrió bien los ojos y vio algo increíble: los pájaros no huían ni trataban de picarla. En cambio, algunos incluso revoloteaban cerca, como si aplaudieran su valentía. Otros dibujaban círculos en el cielo, como si bailaran junto a ella.

Al caer de nuevo al agua, Coralis sintió una felicidad enorme. Nunca imaginó que saltar sería tan divertido.

Desde entonces, Coralis empezó a saltar todos los días. Pronto se convirtió en la mejor saltadora del grupo. A veces, hasta hacía piruetas en el aire, y los pájaros siempre la acompañaban con sus vuelos graciosos.

Un día, una ballena anciana le preguntó:
—Coralis, ¿cómo superaste tu miedo?

Coralis sonrió y respondió:
—Hablé con un amigo. Aprendí que lo que temía no era tan malo como pensaba. Ahora sé que los pájaros y yo podemos compartir el mismo cielo sin problemas.

Y así, Coralis descubrió que el miedo a menudo es solo imaginario. Lo importante es enfrentarlo con un poco de ayuda y mucha curiosidad.

Fin. 🐋🐦

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