En una casa había un lavarropas que rugía como un león cada vez que trabajaba. Dentro de él, una media roja con un botón amarillo llamada Rubí se sentía atrapada.
—¡Qué aburrido es dar vueltas y vueltas! —se quejaba Rubí—. Quiero salir y ver el mundo.
Cuando, la fin, la puerta del lavarropas se abrió para dejar salir la ropa limpia, Rubí aprovechó un descuido y saltó al suelo. Corrió, rodó y se escondió debajo de la cama, libre por primera vez.
—¡Ahora sí puedo buscar aventuras! —dijo emocionada.
Mientras exploraba la casa, Rubí escuchó risas y música desde el jardín. Al asomarse, vio algo increíble: ¡un circo de títeres hecho de medias! Había payasos con botones de ojos, elefantes tejidos con hilos coloridos y hasta un domador hecho de una media larga y elegante.
—¡Quiero unirme a ustedes! —gritó Rubí.
El director del circo, un calcetín viejo con manchas de colores, la miró serio.
—Para entrar al circo, debes demostrar que tienes talento —dijo—. ¿Qué sabes hacer?
Rubí no estaba segura. Nunca había hecho nada más que estar en el lavarropas. Pero recordó algo: ¡su botón amarillo brillaba cuando se movía rápido!
—¡Sé brillar! —respondió, y comenzó a girar como un trompo. Su botón iluminó el jardín como una luciérnaga.
—¡Qué divertido! —dijeron los títeres—. Pero necesitas más.
El calcetín director le propuso tres pruebas:
- Saltar por un aro sin caerse.
- Caminar sobre una cuerda colgante.
- Hacer reír a todos los niños del circo.
Rubí aceptó. Para la primera prueba, usó su elasticidad. Se estiró como un chicle y ¡zas! Pasó por el aro. Todos aplaudieron.
La segunda prueba fue más difícil. La cuerda estaba muy alta, y Rubí temblaba.
—Piensa en cómo te balanceabas en el lavarropas —le aconsejó un títere-payaso.
Rubí recordó las vueltas en la lavadora y, con cuidado, se movió paso a paso. ¡Lo logró!
La última prueba era la más importante. Rubí tenía que hacer reír a los niños. Se disfrazó de bailarina usando una hoja como vestido y cantó una canción inventada:
“Soy una media aventurera, busco diversión en cualquier lugar, si quieres verme bailar, ¡sígueme al circo de medias sin par!”
Los niños rieron tanto que hasta las flores del jardín se movieron al ritmo.
—¡Pasaste todas las pruebas! —dijo el calcetín director—. ¡Bienvenida al circo!
Rubí estaba feliz, pero de pronto notó algo: ¡su botón amarillo estaba sucio! Había corrido tanto que se había manchado. Triste, pensó que ya no podría brillar.
—No te preocupes —dijo una media elefante—. El lavarropas es nuestro amigo. Él te ayudará a estar lista para el espectáculo.
Regresaron a la casa, y Rubí entró al lavarropas otra vez, pero esta vez por voluntad propia. Cuando salió, estaba más limpia y brillante que nunca.
—¡Ahora sí soy una artista! —exclamó.
Desde entonces, Rubí viajó con el circo, haciendo reír a niños y grandes. Descubrió que no necesitaba ser perfecta, sino valiente y creativa. Y cada vez que alguien le preguntaba por qué brillaba tanto, ella respondía:
—¡Porque todas las aventuras comienzan con un pequeño salto!
Fin. 🎪