Una mañana, después de una gran tormenta, la pequeña tortuga Tina salió de su casita para ver el cielo. Le encantaban los días después de la lluvia porque siempre aparecía un arcoíris brillante. Pero ese día algo estaba mal: el arcoíris no era completo. Faltaban algunos colores, como si se hubieran perdido por el camino.
—¡Oh, no! —dijo Tina preocupada—. El arcoíris está incompleto. ¡Tengo que encontrar los colores que faltan!
Sin pensarlo dos veces, Tina decidió emprender una aventura. Puso su mochilita en su caparazón y comenzó a caminar despacito, pero con mucha determinación.
Mientras cruzaba un campo verde, vio a un conejo muy ocupado tratando de recoger zanahorias rojas de su huerto. El conejo saltaba de un lado a otro, pero las zanahorias estaban tan grandes y pesadas que no podía llevarlas todas solo.
—Hola, conejo —dijo Tina amablemente—. ¿Puedo ayudarte?
—¡Claro que sí! —respondió el conejo, contento—. Estas zanahorias son muy importantes para mí.
Tina usó sus fuertes patitas para ayudar al conejo a cargar las zanahorias hasta su casa. Cuando terminaron, el conejo sonrió y dijo:
—Gracias, Tina. Por tu bondad, quiero darte este color rojo. Tal vez te ayude a completar lo que buscas.
De pronto, un destello rojo brilló en el cielo y un pedazo del arcoíris volvió a su lugar. Tina sonrió feliz y continuó su camino.
Un poco más adelante, encontró a una abeja revoloteando cerca de un jardín lleno de flores amarillas. La abeja parecía triste.
—¿Qué pasa? —preguntó Tina.
—Estoy buscando flores para hacer miel, pero hay tantas que no sé por dónde empezar —dijo la abeja.
Tina no lo pensó dos veces y comenzó a recolectar las flores más bonitas junto con la abeja. Trabajaron juntas hasta llenar su canasto.
—Gracias por tu ayuda, Tina —dijo la abeja alegre—. Este color amarillo es para ti.
Otro destello iluminó el cielo, y esta vez el amarillo regresó al arcoíris. Tina dio un brinquito de alegría y siguió adelante.
Después de caminar un rato más, llegó a un río azul cristalino donde unos peces nadaban de aquí para allá. Parecían preocupados.
—Hola, amigos —dijo Tina—. ¿Por qué están tan nerviosos?
—Queremos jugar, pero necesitamos a alguien que nos acompañe bajo el agua —respondieron los peces.
Aunque Tina era una tortuga de tierra, decidió intentarlo. Se metió al agua y nadó despacito con los peces, haciendo burbujas y riendo mientras jugaban. Los peces estaban tan felices que dijeron:
—Gracias por enseñarnos que puedes intentar cosas nuevas, Tina. Este color azul es para ti.
Con otro destello mágico, el azul regresó al arcoíris. Ahora solo faltaba un poquito más para que estuviera completo.
Finalmente, Tina llegó a una colina desde donde podía ver todo el valle. Allí se dio cuenta de que su bondad y esfuerzo habían traído de vuelta casi todos los colores. Solo quedaba un pequeño espacio vacío. En ese momento, recordó todas las personas y animales que había ayudado en su camino. Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que el último color regresara.
De repente, un rayo dorado brilló en el cielo, y el arcoíris se completó por fin. Era más hermoso que nunca.
Cuando Tina bajó la colina, vio que todos sus amigos —el conejo, la abeja y los peces— la esperaban para celebrar. Juntos miraron el cielo lleno de colores y aplaudieron.
—¡Lo hiciste, Tina! —dijeron todos—. Gracias a ti, el arcoíris está completo otra vez.
Tina sonrió y respondió:
—No fue solo gracias a mí. Todos me ayudaron sin saberlo. Lo importante es trabajar juntos y ser bondadosos.
Y así, bajo el arcoíris brillante, todos celebraron con risas y juegos, sabiendo que cuando trabajaban en equipo, podían lograr cosas maravillosas. Desde entonces, cada vez que veían un arcoíris, recordaban la aventura de Tina y la magia de ayudarse unos a otros.
Fin. 🐢🌈