El Reino de las Sombras Danzantes

El Reino de las Sombras Danzantes

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques vivía Clara, una niña curiosa con una habilidad extraordinaria: podía controlar las sombras. Todo comenzó una noche de luna llena cuando, jugando en su habitación, descubrió que las sombras respondían a sus movimientos. Las ramas proyectadas en la pared se balanceaban al ritmo de sus manos, y pronto aprendió a manipularlas para crear figuras mágicas: animales, flores y personajes que cobraban vida en las paredes.

Clara pasaba sus noches explorando este don secreto. No solo dominaba las sombras de su habitación, sino también las del jardín y el bosque cercano. Las sombras de los árboles y pájaros obedecían sus gestos, como si ella fuera su guardiana. Sin embargo, una noche de verano, algo cambió. Las sombras comenzaron a actuar de forma caótica, temblando y deslizándose sin control. Preocupada, Clara siguió las sombras hasta el bosque, donde encontró una mancha oscura que absorbía todo a su alrededor. Era como un agujero negro que atrapaba incluso a las sombras, dejándolas inmóviles y asustadas.

Al acercarse, escuchó un susurro que decía: «La luz nos rechaza… La oscuridad nos consume». Las sombras más cercanas le explicaron que algo había roto el equilibrio entre la luz y la oscuridad. Las personas temían a la oscuridad, y la luz, al intentar eliminarla, estaba causando caos. Sin sombras, no habría contraste ni belleza en el mundo. Determinada a ayudar, Clara prometió restaurar el equilibrio.

Siguiendo las pistas de las sombras, Clara llegó al corazón del bosque, donde encontró un espejo gigante flotante. Este reflejaba no solo imágenes, sino también emociones. Mostraba a las personas rechazando sus propias sombras, tratando de esconder o ignorar sus partes oscuras. Clara comprendió que el problema no era externo, sino interno. Las personas estaban rechazando sus propias sombras internas, y eso afectaba al mundo entero.

Decidida a actuar, Clara se paró frente al espejo y miró su propia sombra. Por primera vez, la vio no como algo separado, sino como una parte esencial de sí misma. Extendió sus manos y declaró: «No voy a rechazar mi sombra. Es parte de mí, y la acepto tal como es». Al hacerlo, el espejo brilló con una luz suave, y las sombras atrapadas comenzaron a liberarse. El equilibrio fue restaurado, y las sombras regresaron a su estado natural, moviéndose con gracia y armonía.

De regreso en el pueblo, Clara compartió lo que había aprendido. Organizó reuniones nocturnas donde enseñaba a otros a jugar y convivir con las sombras. Les mostró que la oscuridad no era algo a temer, sino una parte necesaria de la vida. Los artistas comenzaron a pintar cuadros que combinaban luz y sombra, los músicos compusieron canciones sobre la dualidad de la existencia, y los niños celebraron la noche sin miedo.

Las sombras, agradecidas, comenzaron a colaborar con los humanos. Ayudaban a los agricultores, guiaban a los viajeros perdidos y jugaban con los niños. Pero el cambio más profundo ocurrió dentro de las personas. Aprendieron a aceptar sus propias «sombras interiores», aquellas partes de sí mismos que antes trataban de ocultar. Entendieron que la verdadera felicidad no viene de negar los miedos o errores, sino de aceptarlos como parte de la vida.

El pueblo se transformó en un lugar donde la noche era tan celebrada como el día. Clara, ahora conocida como la Guardiana de las Sombras, continuó cuidando el equilibrio entre la luz y la oscuridad. Cada noche, bajo la luz de la luna, salía al jardín y extendía sus manos. Las sombras danzaban al ritmo de su corazón, recordando al mundo que la oscuridad no es algo a temer, sino algo a abrazar, porque es parte de lo que hace que la luz brille aún más.

Así, en el Reino de las Sombras Danzantes, la vida siguió fluyendo en perfecta armonía. Cada rincón de luz tenía su compañera de sombra, y cada corazón aprendió a aceptar todas sus facetas, tanto claras como oscuras. Clara había enseñado a todos que la verdadera belleza de la vida reside en el equilibrio, donde la luz y la oscuridad coexisten como partes inseparables de un mismo todo.

Fin.

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