La Ardilla con Miedo a las Alturas

La Ardilla con Miedo a las Alturas 🐿️

*Reading: 2 minutes

En un bosque lleno de árboles altos y hojas coloridas, vivía una pequeña ardilla llamada Nuez. A diferencia de las otras ardillas, Nuez tenía algo muy especial: le daba mucho miedo subir a las ramas más altas. Mientras sus amigos saltaban de árbol en árbol y trepaban sin preocupaciones, ella siempre se quedaba abajo, recogiendo bellotas cerca del suelo.

—¿Por qué no vienes con nosotros? —le preguntaban sus amigos, desde lo alto de un roble gigante.

—Es que… tengo miedo de caerme —respondía Nuez, mirando hacia arriba con ojos asustados.

Sus amigos no entendían cómo una ardilla podía tener miedo de las alturas. Después de todo, trepar era algo natural para ellos. Pero aunque la animaban, Nuez seguía temblando solo de pensar en subir demasiado alto.

Un día, mientras buscaba comida cerca del tronco de un árbol, Nuez encontró una bellota brillante que nunca había visto antes. Era grande y dorada, como si tuviera un poco de sol atrapado dentro.

—¡Qué bonita es! —exclamó emocionada—. La llevaré a mi escondite.

Pero justo cuando iba a agarrarla, una ráfaga de viento la hizo rodar hacia unas piedras más lejos. Nuez corrió tras ella, pero la bellota siguió moviéndose hasta detenerse junto a una rama baja. Para alcanzarla, Nuez tendría que subir un poquito.

—No puedo hacerlo… —susurró, paralizada por el miedo.

En ese momento, un búho sabio que vivía en el bosque apareció volando lentamente y se posó cerca de ella.

—¿Qué te pasa, pequeña ardilla? —preguntó el búho con su voz calmada.

—Quiero esa bellota, pero está allá arriba, y me da mucho miedo subir —confesó Nuez.

El búho sonrió y dijo:

—A veces, el miedo crece porque pensamos en cosas que aún no han pasado. Si das un paso pequeño, verás que puedes lograr más de lo que imaginas.

Nuez pensó en las palabras del búho. Decidió intentarlo. Con mucho cuidado, puso una pata sobre la rama baja. Luego otra. Y otra más. ¡Lo estaba haciendo! Su corazón latía rápido, pero siguió adelante hasta que finalmente llegó a la bellota dorada.

—¡Lo conseguí! —gritó feliz, sosteniendo la bellota en sus patitas.

Desde ese día, Nuez empezó a desafiar su miedo poco a poco. Primero subía ramas bajas, luego un poco más altas, y al cabo de unas semanas, ya podía trepar a los árboles medianos sin temblar tanto. Aunque todavía no era tan valiente como sus amigos, estaba orgullosa de sí misma.

Un día, mientras jugaba en un árbol no muy alto, escuchó un chillido. Era su amigo Tilo, una ardilla traviesa, que se había quedado atrapado en una rama alta y no podía bajar.

—¡Ayuda! —gritaba Tilo, asustado.

Nuez miró hacia arriba. La rama donde estaba Tilo parecía muy alta, y su miedo regresó de golpe. Pero entonces recordó lo que el búho le había dicho: «Si das un paso pequeño, puedes lograr grandes cosas».

Respiró hondo y comenzó a subir despacio. Paso a paso, llegó hasta donde estaba Tilo. Con cuidado, ayudó a su amigo a bajar, y juntos regresaron al suelo.

—¡Gracias, Nuez! Eres increíble —dijo Tilo, lleno de gratitud.

Desde ese día, todas las ardillas del bosque supieron que Nuez era valiente a su manera. Aprendieron que no importa cuánto tiempo te tome enfrentar tus miedos; lo importante es intentarlo y ayudar a otros cuando más lo necesitan.

Y así, Nuez descubrió que ser valiente no significa no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de él.

Fin. 🌰🐿️

This work is licensed under