The Golden Balloon

El Globo Dorado 🎈

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En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Dora. Dora era conocida por su creatividad y su amor por los globos. Siempre llevaba uno atado a su muñeca, ya fuera rojo, azul o amarillo, y decía que cada globo tenía un propósito especial.

Un día, mientras exploraba el ático de su abuela, encontró un globo muy peculiar. Era dorado, brillaba como la luna y parecía flotar sin necesitar aire. En la base del globo había un pequeño lazo plateado con un letrero que decía: «Solo para corazones valientes».

Dora lo miró con curiosidad.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en voz alta, como si el globo pudiera responder.

Cuando lo tocó, el globo comenzó a flotar lentamente hacia la ventana. Dora lo siguió, intrigada. El globo la llevó hasta un sendero que nunca había notado antes, escondido detrás de unos arbustos al final del jardín.

El camino estaba lleno de flores de colores brillantes y mariposas que revoloteaban como si bailaran. Al fondo, se veía un gran árbol con ramas que parecían tocar el cielo. Bajo el árbol, había una pequeña puerta redonda, casi del tamaño de un gato.

—¿Qué hay allá dentro? —se preguntó Dora.

El globo bajó hasta quedar frente a la puerta, como si quisiera animarla a entrar. Dora respiró profundo y empujó la puerta con cuidado. Dentro, encontró un mundo diminuto pero mágico. Había casitas hechas de hojas, lámparas de luciérnagas y un río de agua tan Dora que parecía un espejo.

Una pequeña criatura peluda, parecida a un conejo pero con alas de mariposa, voló hacia ella.
—¡Bienvenida, Dora! —dijo la criatura con una vocecita cantarina—. Te estábamos esperando.

—¿Esperándome? ¿Por qué? —preguntó Dora, sorprendida de que supieran su nombre.

—Este lugar es el Reino Encogido, pero está en peligro. El viento travieso ha robado nuestras estrellas luminosas, y sin ellas, todo empezará a desaparecer. Pensamos que tú podrías ayudarnos porque tienes un corazón valiente y manos hábiles.

Dora asintió, decidida a ayudar. La criatura, que dijo llamarse Clap, le explicó que las estrellas estaban escondidas en lo alto de tres montañas mágicas. Para recuperarlas, tendría que resolver pequeños acertijos y trabajar con los habitantes del reino.

Con el globo dorado como guía, Dora comenzó su aventura. En la primera montaña, ayudó a unas hormigas gigantes a construir un puente usando hojas y ramas. Como recompensa, le dieron la primera estrella. En la segunda montaña, resolvió un rompecabezas con la ayuda de unos pájaros parlanchines que le enseñaron canciones secretas. En la tercera montaña, convenció a una nube gruñona de que soltara la última estrella al contarle una historia divertida sobre su abuela y sus aventuras en el ático.

Cuando Dora regresó con las tres estrellas, el Reino Encogido brilló más que nunca. Las casitas relucían, el río cantaba melodías suaves y las luciérnagas bailaban de alegría.

Clap sonrió y dijo:
—Gracias, Dora. Has salvado nuestro hogar. Pero recuerda, el verdadero poder siempre ha estado en ti: tu bondad y tu creatividad pueden iluminar incluso la mayor oscuridad.

El globo dorado brilló intensamente y llevó a Dora de regreso a su jardín. Cuando llegó, el globo flotó hacia el cielo y desapareció entre las nubes.

Desde entonces, Dora siempre recordó su aventura en el Reino Encogido. Cada vez que veía un globo en el cielo, sonreía y sabía que el mundo estaba lleno de magia para quienes tienen el coraje de buscarla.

Fin. 🎈

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