Había una vez un pequeño dragón llamado Cony que vivía en un bosque lleno de árboles altos y flores coloridas. A Cony le encantaba jugar con otros dragones, pero había un problema: ¡no podía echar fuego! Cuando los demás dragones lanzaban llamas al cielo, Cony solo soltaba un hilillo de humo gris que se desvanecía rápido.
—¿Por qué no puedes ser como nosotros? —le preguntaban, y Cony bajaba la mirada, triste.
Pero una mañana, mientras perseguía a una mariposa cerca del lago, Cony descubrió algo mágico. Al soplar con fuerza, en lugar de fuego, ¡de su boca salieron burbujas brillantes! Eran burbujas de todos los colores, y dentro de cada una flotaba una historia diferente: había dragones volando entre nubes, unicornios bailando en prados y hasta niños explorando cuevas secretas.
—¡Miren esto! —gritó Cony, emocionado.
Los animales del bosque se acercaron curiosos. Un conejo, un zorro y un pájaro se quedaron boquiabiertos al ver las imágenes dentro de las burbujas.
—¡Es como un teatro en el aire! —dijo el conejo, dando brincos.
—¡Quiero ver más! —pidió el zorro, moviendo su cola peluda.
Desde ese día, Cony se convirtió en el narrador oficial del bosque. Cada tarde, los animales se reunían bajo un gran roble para ver sus burbujas. Cony creaba historias sobre piratas, castillos encantados y animales valientes. Las burbujas flotaban sobre el lago, reflejando aventuras que todos disfrutaban.
Un día, un dragón mayor llamado Furia se acercó, molesto.
—¡Deja de jugar con burbujas! —gruñó—. Los dragones deben echar fuego, no inventar cuentos.
Cony se sintió apenado, pero el pájaro lo animó:
—¡A nosotros nos gustan tus historias! Eres especial tal como eres.
Cony asintió y siguió creando burbujas. Pronto, incluso los dragones que antes se burlaban comenzaron a mirar sus historias en secreto. Una noche, mientras Cony proyectaba una burbuja sobre un castillo de hielo, Furia apareció de nuevo.
—¿Cómo lo haces? —preguntó, esta vez con voz suave.
—Solo… sigo mi corazón —respondió Cony.
Furia guardó silencio. Al día siguiente, los dragones del bosque organizaron una fiesta para celebrar a Cony.
—¡Tus burbujas nos enseñan que no todos tenemos que ser iguales! —dijeron—. ¡Eres el dragón más creativo que conocemos!
Cony sonrió, feliz. Ya no quería echar fuego. Había encontrado algo mejor: ¡llenar el bosque de historias mágicas!
Y así, cada noche, las burbujas de Cony brillaban en el cielo, recordando a todos que lo único que importa es ser auténtico y compartir alegría.
Fin. 🐉