El Elefante que Quería Volar

El Vuelo del Elefante 🐘🦋

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En una selva muy verde y llena de sonidos alegres, vivía un pequeño elefante llamado Eli. A Eli le encantaba mirar el cielo. Le gustaba ver cómo los pájaros volaban entre las nubes y cómo las mariposas bailaban en el aire. Soñaba con volar tan alto como ellos, pero cuando decía su sueño en voz alta, todos los animales se reían.

—¡Volar! —decían entre risas—. ¡Pero si eres un elefante! Los elefantes no vuelan, tienen patas para caminar y trompas para jugar.

Aunque Eli escuchaba sus palabras, no dejaba de soñar. Cada noche, antes de dormir, imaginaba que sus orejas se hacían grandes como alas y que podía subir al cielo para tocar las estrellas.

Un día, mientras exploraba la selva, Eli conoció a una mariposa mágica. Era de colores brillantes y tenía una voz suave como el viento.

—Hola, pequeño elefante —dijo la mariposa—. Veo que miras mucho el cielo. ¿Qué sueñas cuando lo ves?

Eli bajó un poco las orejas, algo tímido, pero respondió:
—Quiero volar, pero todos dicen que no puedo porque soy un elefante.

La mariposa sonrió y revoloteó cerca de él.
—¿Sabes? A veces, para cumplir un sueño, solo necesitas un poco de imaginación y amigos que te ayuden. Ven conmigo.

La mariposa llevó a Eli a un claro de la selva donde había hojas gigantes esparcidas por el suelo. Eran hojas enormes, más grandes que Eli mismo, y brillaban bajo el sol.

—Estas hojas pueden ser tus alas —dijo la mariposa—. Pero necesitarás ayuda para hacerlas volar.

Eli pensó en sus amigos. Fue corriendo a buscarlos y les contó su idea. Primero llegó Mono, que siempre trepaba a los árboles. Luego llegó Tortuga, que era lenta pero muy lista. Finalmente, Ardilla apareció con cuerdas largas que había recolectado.

Juntos, empezaron a trabajar. Mono trepó a los árboles para colgar las hojas como si fueran velas de un barco. Tortuga usó piedras para sujetar las hojas al suelo mientras las ataban. Ardilla trenzó las cuerdas para hacerlas más fuertes. Y Eli, con su gran trompa, soplaba para asegurarse de que todo quedara bien firme.

Cuando terminaron, habían construido algo increíble: un planeador hecho de hojas gigantes y ramas fuertes. Parecía un pájaro enorme y colorido.

—¡Es tu momento, Eli! —dijo la mariposa.

Eli subió al planeador con cuidado. Sus amigos lo empujaron desde una pequeña colina. Al principio, Eli sintió un poco de miedo, pero entonces… ¡el planeador comenzó a deslizarse por el aire! No estaba volando como un pájaro, pero flotaba como una hoja llevada por el viento. Desde arriba, podía ver toda la selva: los ríos brillantes, las copas de los árboles y a sus amigos abajo, saludándolo con alegría.

Cuando bajó, todos aplaudieron.
—¡Lo hiciste, Eli! —gritó Mono.
—¡Eres el primer elefante volador! —dijo Ardilla, saltando de felicidad.
Incluso Tortuga, que nunca se apresuraba, dijo:
—Siempre supe que podías hacerlo.

Eli sonrió de oreja a oreja. Había descubierto algo importante: aunque los elefantes no vuelan como los pájaros, con imaginación y amigos que te ayudan, puedes encontrar maneras creativas de cumplir tus sueños.

Desde ese día, Eli y sus amigos pasaban horas construyendo nuevos inventos. Hicieron planeadores más grandes, columpios altísimos y hasta una especie de trampolín para saltar sobre los árboles. La selva se llenó de risas y aventuras, y todos aprendieron que no importa qué tan grande o pequeño sea tu sueño, siempre hay una forma de alcanzarlo si trabajas junto a otros.

Y así, Eli siguió soñando con el cielo, sabiendo que incluso los elefantes pueden tocar las nubes… de una manera muy especial.

Fin. 🐘🦋

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