La Rana con Hipo

La Rana con Hipo 🐸

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Había una vez una pequeña rana llamada Tita que vivía en un estanque rodeado de flores y plantas verdes. A Tita le encantaba saltar, cantar y comer mosquitos. Todos los días, después de desayunar, se sentaba en su hoja favorita para tomar el sol y croar canciones alegres.

Un día, algo muy extraño pasó. Después de beber agua demasiado rápido, Tita sintió un brinco raro en su pancita. ¡Hip! ¡Hip! ¡HIP!

—¡Oh no! —dijo Tita sorprendida—. ¿Qué es esto? ¡No puedo dejar de hacer este ruido tan gracioso!

Los otros animales del estanque empezaron a notarlo. El sapo Ramón, que siempre estaba cerca, preguntó:

—¿Qué te pasa, Tita? ¿Por qué haces ese sonido?

—¡Es el hipo! —respondió Tita preocupada—. No sé cómo se me va a quitar.

Ramón se rascó la cabeza pensando.

—Yo escuché que hay muchas formas de quitarse el hipo. Tal vez deberías intentar algo divertido.

Tita decidió que haría todo lo posible para que el hipo se fuera. Primero, probó dar un gran salto al aire.

—¡Uno, dos, tres… salto gigante! —gritó mientras daba un brinco enorme.

¡PLOP! Cayó en el agua, pero cuando salió… ¡HIP! El hipo seguía ahí.

—¡Uy, todavía tengo hipo! —dijo Tita sacudiendo las gotas de agua de su piel.

Entonces, la tortuga Lola, que nadaba tranquilamente, sugirió:

—Dicen que si tomas agua lentamente, el hipo se va.

Tita fue corriendo hacia el charquito más cercano y bebió agua despacito, como si fuera una princesa tomando té.

—Mmm… está rica esta agua —dijo, pero justo después… ¡HIP! El hipo no se había ido.

Ahora Tita estaba cansada de intentar cosas. Se sentó en su hoja favorita y suspiró.

—Creo que nunca se me va a quitar el hipo…

En ese momento, un colibrí llamado Pip voló cerca.

—¡Ya sé! Escuché que si te asustas mucho, el hipo desaparece. ¡Deja que yo te ayude!

Pip voló detrás de Tita y gritó bien fuerte:

—¡BUUUU!

Tita dio un brinquito del susto, pero luego miró al colibrí y se echó a reír.

—¡Ja, ja, ja! Eso no me asustó ni poquito —dijo, aunque otra vez… ¡HIP!

Justo cuando Tita pensaba que nada funcionaría, algo mágico ocurrió. Mientras reía y jugaba con sus amigos, el hipo desapareció sin que ella se diera cuenta.

—¡Lo logré! —gritó Tita feliz—. Ya no tengo hipo.

Todos los animales aplaudieron contentos.

—¡Bravo, Tita! —dijeron al mismo tiempo.

Desde entonces, Tita aprendió que a veces lo mejor para sentirse bien es jugar y divertirse con los amigos. Y cada vez que alguien en el estanque tenía hipo, todos sabían qué hacer: ¡jugar y reír hasta que el hipo se fuera!

Y así, Tita siguió saltando, cantando y comiendo mosquitos, pero ahora siempre bebía agua sin prisa, para que el hipo nunca más volviera.

Fin. 🐸

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