Nino y el Viento

Nino y el Viento 🐤

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Nino era un pajarito pequeño y trabajador que vivía en un árbol junto al río. Desde que era un polluelo, siempre había soñado con construir el nido más bonito del bosque. Así que, cuando llegó el momento de hacer su propio hogar, Nino se puso manos a la obra.

Primero, buscó ramitas finas y las colocó una por una, como si fuera un rompecabezas. Luego, añadió hojas secas para que el nido fuera suave y cómodo. ¡Qué orgulloso estaba! Pero justo cuando terminó, llegó el viento, fuerte y travieso, y sopló tan duro que el nido salió volando. Nino lo vio alejarse, dando vueltas en el aire hasta caer al río. Se quedó mirando con los ojos bien abiertos y el corazón triste.

—¿Por qué el viento hace esto? —se preguntó Nino, mientras sacudía sus alas para quitarse la pena.

Al día siguiente, decidió intentarlo de nuevo. Esta vez usó ramas más gruesas y las atoró bien para que no se movieran. También añadió musgo húmedo para que pesara más. Cuando terminó, sonrió satisfecho… pero otra vez, ¡el viento regresó! Con un solo soplo, el nido se deshizo y cayó al suelo hecho trizas. Nino suspiró profundamente y se fue a dormir temprano, pensando que tal vez nunca tendría un hogar.

A la mañana siguiente, mientras buscaba nuevos materiales para su tercer intento, Nino escuchó una vocecita suave.

—Hola, ¿por qué estás tan triste?

Se dio la vuelta y vio a una pequeña ardilla sentada en una rama cercana.

—Estoy tratando de construir mi nido, pero el viento siempre me lo lleva —dijo Nino con un puchero.

La ardilla se acercó y le dio unas palmaditas en el ala.

—El viento puede ser muy juguetón, pero también es parte del bosque. Tal vez necesites hacerle caso antes de construir.

—¿Hacerle caso al viento? —preguntó Nino, confundido.

—Sí —respondió la ardilla—. Observa dónde sopla y cómo actúa. Aprende de él, en lugar de pelear contra él.

Nino pensó que tenía sentido. Así que pasó todo el día observando al viento. Lo vio jugar entre los árboles, girar las hojas y balancear las flores. Notó que algunas ramas eran más difíciles de mover porque estaban entrelazadas, y que las telarañas aguantaban mejor porque eran flexibles.

Con estas ideas en mente, Nino comenzó a trabajar en su tercer nido. En lugar de usar ramas duras, eligió ramitas flexibles que pudieran doblarse sin romperse. Las trenzó juntas como si fueran una red. Después, añadió hilos de telaraña que encontró cerca, asegurándose de que todo quedara bien pegado. Por último, usó plumas suaves para hacerlo acogedor.

Cuando terminó, miró su obra con una mezcla de esperanza y nerviosismo. No tuvo que esperar mucho: pronto, el viento apareció silbando entre los árboles. Nino cerró los ojos, esperando lo peor. Pero esta vez, algo increíble ocurrió. El viento sopló fuerte, pero el nido se mantuvo firme. Las ramitas flexibles se movieron un poco, pero no se rompieron. Los hilos de telaraña aguantaron como si fueran gomas elásticas.

—¡Funcionó! —gritó Nino, dando saltitos de alegría.

El viento parecía sorprendido también. Sopló un par de veces más, pero el nido seguía intacto. Finalmente, se fue riendo, como si hubiera aceptado que no podría ganar esta vez.

Nino entró a su nuevo hogar y se sintió feliz y seguro. Era perfecto: resistente, cómodo y especial. La ardilla vino a visitarlo y aplaudió emocionada.

—¡Lo hiciste genial, Nino! Ahora tienes un nido que incluso el viento respeta.

Desde entonces, Nino vivió tranquilo en su nido. Aprendió que, aunque el viento podía ser travieso, también era parte del bosque. Y, sobre todo, descubrió que adaptarse y ser creativo podía resolver cualquier problema.

Los otros pájaros del bosque admiraron tanto su trabajo que comenzaron a pedirle consejos para construir sus propios nidos. Nino, encantado, compartió todo lo que había aprendido. Así, el pequeño pajarito no solo consiguió un hogar, sino también muchos amigos.

Y cada vez que el viento pasaba silbando, Nino simplemente sonreía y saludaba. Sabía que ya no tenía nada que temer.

Fin. 🐤

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